La importancia de la hermenéutica bíblica
en la iglesia del siglo XXI
José Luis García A.
La hermenéutica bíblica es la ciencia que se encarga del estudio de los
principios de interpretación de la Palabra de Dios, su uso por parte del
ministro de Dios es determinante para que pueda obtener de ella los principios
bíblicos que fundamentarán su filosofía de ministerio, independientemente de la
clase de ministerio que esté llamado a desarrollar; más aún, éstos principios
determinarán su propia vida, su carácter, su pensar y su actuar. Aun así, la
vida del ministro y su ministerio cobran relevancia en virtud de que se
encuentra unido y sirviendo en la iglesia del Dios viviente, la cual es “columna y baluarte de la verdad” (1ª Tim. 3:15) y
de que lo que está llamado a transmitir es la inspirada Palabra de Dios. Esto
hace que su labor sea trascendental y algo que ha de realizar con temor y
temblor, dependiendo de la gracia de Dios.
Así pues, consideraremos la importancia de la hermenéutica bíblica de
acuerdo a los siguientes cuatro aspectos:
1. Contribuye en la
obtención de los principios bíblicos que determinarán la vida misma del
ministro.
Las Escrituras son divinas envueltas en humanidad, así que para la
obtención de los principios bíblicos requerimos, por causa del aspecto divino,
de un corazón limpio y de una actitud correcta hacia Dios, su palabra y su
iglesia, además del ministerio de enseñanza del Espíritu Santo y por causa del
aspecto humano requerimos de una mente atenta y de pericia en el uso de los principios
hermenéuticos. Cuando el hombre de Dios se encuentra ante la poderosa
influencia transformadora de la Palabra de Dios, entonces es cuando es
enteramente preparado para toda buena obra; su carácter es transformado y es
lleno de sabiduría para la vida. (1ª Tim. 3:15-17) Pero todo ello requiere de
perseverancia en el estudio de la Palabra de Dios, la obtención de los
principios bíblicos implica tiempo de trabajo, el apóstol Pablo le dijo a
Timoteo, “…Ocúpate en éstas cosas…” “… persiste tú en lo que has aprendido…” Se
requiere también de obediencia, el ministro no puede ministrar sin ser antes
ministrado él mismo por la Palabra de Dios, el apóstol le dice a Timoteo: “sé
ejemplo de los creyentes…” “… las Sagradas Escrituras… te pueden hacer sabio…”
Y ello requiere que esté plenamente convencido de lo que cree. (“… y te
persuadiste, sabiendo de quién has aprendido.”) Indudablemente que lo que el
ministro piensa de Dios, determinará su manera de pensar, su manera de actuar,
sus actitudes y su motivación, en pocas palabras, lo que piensa de Dios
determinará lo que él es y esto es el requisito de los obispos en la iglesia;
no lo que ellos dicen sino lo que son (“… es necesario que el obispo sea…”). Lo
mejor que puede hacer un ministro de Dios es conocer bien al Dios a quien
sirve.
2. Es necesaria por causa de a quienes
ministra.
¡A la iglesia del Dios viviente! (1ª Tim. 3:15) No se debe de perder
esto de vista, no nos encontramos ministrando ante una institución humana sino
divina; a la cual Él redimió. (1ª Tim. 3:16) Por ello es necesario que nos
acerquemos a su palabra con reverencia y así aprendamos cómo debemos
conducirnos en la casa de Dios; cómo debemos ministrar a los hermanos. El
ministro gana además mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús, los hermanos
confían en él como siervo de Dios, por ello es necesario que nuestros
ministerios estén completamente basados en los principios bíblicos y no en
tradiciones o razonamientos humanos.
3. Es indispensable por causa de la
apostasía y de los engañadores
El Espíritu mismo enseña que en estos postreros tiempos existirán
quienes apostaten de la fe siguiendo a engañadores, los cuales aunque tendrán
apariencia de piedad, negarán su eficacia. (1ª Tim. 4:1) Y la iglesia, siendo
baluarte de la verdad, tiene un compromiso serio con la defensa de la verdad. Y
al hablar de defensa, no solo me refiero de ataques externos, como los
engañadores, sino también de ataques desde el interior, como la apostasía. Sin
la hermenéutica bíblica, quedamos en libertad para que cada persona pueda
interpretar las Escrituras según lo que su mente y conciencia les dicte. Y vaya
usted a saber lo que la gente tenga en la mente y cómo tengan la conciencia.
Juzgue si no es trágico que en asuntos tan delicados, de trascendencia eterna,
en la que están involucradas las almas de las personas, quedemos en manos de
engañadores con la conciencia cauterizada. (1ª Tim. 4:2) Así pues, el ministro
de Jesucristo debe estar bien nutrido con las palabras de la fe y de la buena
doctrina.
4. Nos permite tener la Palabra de
Dios.
Cuando Dios habla, es indispensable
que el hombre escuche, que sepa qué dijo y qué significa exactamente lo que
dijo, así como sus implicaciones para la vida. No es palabra humana; filosofía,
ciencia o fábulas, sino la misma inspiración de Dios. El Dios viviente se nos
ha revelado, ha decidido dársenos a conocer y no veo cosa más importante,
transformadora e inspiradora que dedicar la vida a conocer lo que ha dicho. Es
pues necesario que estemos completamente seguros de que tenemos la correcta
interpretación de las Escrituras, de otro modo, no tendremos la Palabra de
Dios. Es la Palabra de Dios la que es útil y transformadora. (2ª Tim. 3:15-17)
Los engañadores usan sus propias palabras, cuentos, fábulas, filosofías y
mentiras esclavizadoras; lo que les sirva para manipular a las personas. Pero
el hombre de Dios ha de vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, no importando
los sufrimientos y trabajos que esto conlleve. (1ª Tim. 4:10; 2ª Tim. 3:10-12)
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